LA
FUNDACIÓN DE LA CIUDAD DE LA PLATA |
Dr. Ronald Gantier
Lemoine
Socio de la Sociedad Geográfica y de Historia "Sucre"
Este escrito
no es de un historiador profesional o especializado, sino, de un hombre que ama
a su tierra y conoce su historia. Y tierra que él ama, precisamente, porque
conoce sobre su pasado, lo sabe…tiene sabor…y sabe a gloria.
GRANDEZA ESPIRITUAL
Doña Graciela Urioste de Bonel nos ha dejado escrito un libro titulado “La
Ciudad de los Cuatro Nombres” (Historia y Poesía) que, en opinión general de
quienes conocen esta obra, constituye una de las mejores antologías de
referencias históricas y poéticas sobre nuestra ciudad. Su prologuista, el
insigne custodio de la Casa de la Libertad Don Joaquín Gantier Valda, luego de
“descubrir” el título de la obra como “Antología Histórica y Poética de la
Ciudad de los Cuatro Nombres”; de exaltar el gran afecto de la autora por su
ciudad; de convalidar la excelente selección y la frase de su presentación “Dios
quiso que una ciudad pequeña fuese grande”; la sugiere escribir un breve prólogo
que dé oportunidad al lector para conocer el acendrado cariño que guarda la
autora por su ciudad, el tiempo y esfuerzo que representó la tarea sin
recompensa alguna, así como el dolor, la amargura y la indignación sentidas por
la indiferencia de muchos chuquisaqueños respecto de nuestras glorias pasadas.
Sin embargo de encontrar muy justa y necesaria la sugerencia citada,
permítasenos el atrevimiento de opinar en sentido de que la presentación de
dicha obra con la sola frase: “Dios quiso que una ciudad pequeña fuese grande”,
resultó el mejor prólogo que pudo haber estampado la distinguida Señora Urioste
de Bonel en su precioso libro; porque sintetiza perfectamente la predestinación
de la grandeza de nuestra ciudad, que, urbanísticamente pequeña, contrasta con
su enorme dimensión o significación histórica: espiritual, social, política,
cultural y humana. Excepcional circunstancia que la hizo más grande aún en la
opinión universal, porque no requirió de llegar a la complejidad
infraestructural urbana, ni desarrollar grandes procesos industriales o
comerciales, para que en ella se instalaran las instituciones sociales y
políticas que consolidaron un imperio mundial; para que se desarrollaran las que
fueron bases de un nuevo Estado libre; ni para que nacieran y se forjaran en
ella los hombres que concibieron y conquistaron la libertad americana.
Y aún en lo puramente arquitectónico urbanístico no deja de representar, La
Plata o Chuquisaca, una gran ciudad. Sus templos, algunos construidos uno frente
al otro, son testimonio de la búsqueda espiritual, suprema y yuxtapuesta de la
intemporal “Ciudad de Dios” de San Agustín de Tagaste, junto a la ciudad
secular, sede de la Audiencia más rica del imperio humano, en el que nunca
declinaría el sol. No conocemos que jamás fuera llamada grande, una ciudad en la
que no se hubiera buscado por sus habitantes, traspasar los límites puramente
materiales de la existencia humana. En la España Imperial, mucho más desde la
Real Carta Magna 1.574, la institución del Patronato Real representó una
verdadera delegación del poder eclesiástico al temporal, o de la concentración
de los mandos político y religioso en el monarca español y su imperio.
Influencia mutua y directa, interdependencia, supremacía alternativa de un poder
sobre el otro, y hasta confusión de potestades o competencias entre las esferas
política y religiosa, fue lo que se dio durante todo el periodo colonial
Entendemos que entre una visión propia y la realidad objetiva de la historia, es
ésta y no aquella la que pone los límites de racionalidad o coherencia a su
investigación. Sin embargo, no siendo posible la objetividad absoluta en el
estudio de la historia aquellos componentes coexisten necesariamente y, pese al
desarrollo actual de la historiografía, ésta misma no puede motivarse o
impulsarse sin una mínima dosis de subjetividad. En cuanto a la nuestra, deseo
declarar que consiste en mi convicción de que muchos estudios sobre la historia
latinoamericana de la conquista y colonia, desmerecen en demasía la
consideración de la influencia religiosa o espiritual, como uno de los factores
–para nosotros uno de los más determinantes-, de los hechos de aquel pasado.
El fervor cristiano por la salvación universal o la fe -que inspiró y sirvió a
la política española del Rey Fernando VII y Carlos V para la reconquista,
unificación, descubrimiento de América y constitución imperial de España, así
como al éxito en la solución de sus diferencias con Francia y otras naciones
europeas-, fue la misma que animó el espíritu de sus conquistadores,
empresarios, y capitanes en la conquista de América. No puede ponerse en duda
que la motivación religiosa o espiritual, moralmente superior a la simple
codicia por la riqueza material o el poder, fue el factor de cohesión más
destacable de la unidad siempre precaria entre los españoles, y que hizo posible
la superación de sus diferencias para la consolidación de la conquista.
El ideal religioso cristiano apareció más cierto, lógico y superior que la
diversidad de creencias o supersticiones indígenas, incluidas las del culto
oficial del imperio incaico al sol y a la luna. Algunos dioses se asimilaron por
sus significaciones o representaciones: así Pachacámac con el Padre
Todopoderoso, o Viracocha como su hijo o enviado. El caso nuestro es muy
especial, porque la conocida y venerada waca Tanga-Tanga de Choque Chaca,
representaba la idea del transcurso espacial tripartito de la divinidad sobre la
tierra o de un dios uno y trino, y seguramente que no resultó difícil a los
evangelizadores el identificarla, ante los originarios yamparas, con el
Trinitario Dios de los cristianos.
Una especie de falseamiento por anacronismo (error de cronología en el sentido
de estudio de la mentalidad de los tiempos, no solo del orden de las fechas y de
los hechos históricos) caracteriza el uso de las fuentes escritas de los
cronistas de la colonia por algunos historiadores que, además, validan
tendenciosamente todo aquello que les es útil en la línea de sus relatos y,
contradictoriamente, cuestionan la rigurosidad o validez histórica de toda la
crónica. Anacronismo que aparenta ignorar la incidencia o significación de los
grandes sucesos de la evangelización religiosa y que, de hecho, mutila sus
mensajes más importantes; y mucho peor aún, cuando, por incomprensible exceso,
usan del dato histórico con sentido moral invertido. Así sucedió, por ejemplo,
en una exposición de la mesa “Pensamiento y Ciudad” correspondiente al programa
del XVIII Festival Internacional de la Cultura, en que el ponente (Ronald
Céspedes) con el título de “Ser Gay en la Ciudad” (“La Ciudad de los Putos
Tristes”-título del artículo de la revista Ecos) (8) usa de la obra “Crónica
Moralizada” de Fray Antonio de la Calancha citando un pasaje sobre un caso de
sodomía ocurrido en La Plata el año 1593, invirtiendo la finalidad ética o
moralizante del relato de nuestro primer y gran cronista chuquisaqueño, con lo
que bien podríamos decir -tan anacrónicamente como lo hace el autor de la
ponencia-, que Calancha la calificaría hoy como “Crónica inmoralizada”. Esto,
forzando -también anacrónicamente-, el adjetivo inmoral. Cuántas reacciones
lógicas de autores infamados, tergiversados por falsa contemporaneidad, o
actualizados contra su voluntad, se podrían imaginar en el ámbito hipotético, si
pudiéramos otorgarles el derecho de volver a la vida y defender el verdadero
sentido (el contemporáneo) de sus escritos. Como esto no es posible que suceda,
reaccionamos modestamente por Fray Antonio de la Calancha, defendiendo el
sentido moralizante de su famosísima crónica.
La fundación de La Plata fue, quizá, principalmente, un hecho religioso.
Monseñor Julio García Quintanilla en su conocida “Historia de la Iglesia en La
Plata” (11) emite una sustancial opinión sobre la influencia de la iglesia en la
conquista, misma que nos permitimos compartir plenamente, y dice: “…Hasta acá
hemos tratado bajo el punto de vista histórico-político, ahora volvemos al
terreno eclesiástico, que es el que nos interesa y diremos que el fundador no
podía dejar al margen este aspecto, ya que estaba convencido que sólo con la
cruz del evangelio, más que con el filo de la espada, podía asentarse la
conquista de los pueblos .
GRANDEZA MATERIAL Y SOCIAL
Es curioso, hace algunos días el conocido hombre de la cultura y arquitecto
chuquisaqueño Jaime Loayza F. publicó en el faceboock unas bellas fotos con
extraordinaria técnica de sobre posición de imágenes urbanísticas entre nuestra
ciudad y otras históricas de Europa, que nos permitía ver cómo Chuquisaca guarda
cierta similitud y afinidad arquitectónica y estética con todas ellas, sin que
importe su tamaño. Cuando le pedí su reenvío al objeto del presente homenaje, me
respondió informándome que la cuenta “pasión por Sucre”, donde publicaba sobre
nuestra ciudad, había sido bloqueada o desactivada y que sus gestiones para
rehabilitarla no tienen aún resultado positivo. Sin embargo, nos es muy grato
informar a esta ilustre corporación, que Jaime Loayza, con la colaboración de
Miguel Angel Aranda -otro conocido arquitecto chuquisaqueño-, han asumido la
misión de editar una obra de especialidad y especial, sobre la arquitectura
urbanística de nuestra ciudad, cuya extensión o esquema es bastante ambicioso,
porque consideran necesario abarcar tres grandes tomos que corresponderían: al
turismo con mayores detalles que las contenidas en las actuales promociones,
incorporando ambientes y áreas –no solo salas o fachadas-; a la revitalización
de las áreas históricas para la recuperación de la identidad –no solo medidas
punitivas, sino, educativas y de estímulo material-, finalmente; un tercer
volumen sobre la actual expansión de nuestra ciudad y la necesidad de adecuarla
a la preservación patrimonial y a la calidad de sus servicios.
Lo que pretendemos destacar es el hecho de que nuestra ciudad, pequeña o
mediana, aun con sus expansiones deformantes y nunca previamente planificadas,
mantiene secularmente un casco viejo de traza y composición de servicios tan
adecuados, que cumple con las condiciones urbanísticas y arquitectónicas
universales de toda gran ciudad; siendo la dimensión espiritual, moral e
intelectual de sus habitantes, la que determinó dicha grandeza.
Nuestra ciudad fue la última en ser abandonada por los españoles en la guerra de
la independencia, porque se dice que ellos la amaban entrañablemente, no solo
porque fuera sede de una histórica Audiencia Real -con dominio judicial y
administrativo sobre la riqueza de Potosí-, sino, como lo relatan las crónicas,
por el verdadero y especial afecto que sentían por ella, muy preferentemente a
las demás ciudades coloniales. El español Alonso Carrió de la Bandera (Alias
Concolorcorvo o Calixto Bustamante Carlos Inca) es autor de la conocida obra:
“Lazarillo de Ciegos Caminantes” en la que recoge sus memorias de comisionado
(1771), para organizar el correo entre Montevideo y Lima. Luego de su paso por
las diversas ciudades de su largo tránsito, ve en Chuquisaca casas palaciegas,
gente distinguida y bellas damas cuya convivencia con caballeros cultos las hace
advertidas –dice, con singular sentido de observación-, a más del clima que
ayuda a la tez –reconociendo en su buen clima atributos cosméticos-, atrae hacia
la ciudad los mejores bultos y láminas –continúa, no en sentido peyorativo,
sino, significativo de gentes de peso y brillo- de los contornos y aún de largas
distancias. “Hay muchas y grandes casas que se pueden reputar por palacios, y
cree el visitador que es la ciudad más bien plantada de cuantas ha visto y que
contiene tanta gente pulida como la que se pudiera entresacar –subrayado
nuestro-, de Potosí, Oruro, La Paz, Cuzco y Guamanga, por lo que toca al bello
sexo. Es verdad que el temperamento ayuda a la tez. La Comunicación con hombres
de letras las hace advertidas, y la concurrencia de litigantes y curas ricos
atrae los mejores bultos y láminas de los contornos, y muchas veces de dilatadas
distancias…”. En otro pasaje de su escrito extrema sus conceptos laudatorios de
Chuquisaca, aunque con alguna comparación de validez quizá muy relativa…“Con
bastante pena salimos todos de una ciudad tan agradable en todas sus
circunstancias…Así como salimos con repugnancia (molestia) de Chuquisaca, o por
mejor decir de la ciudad de La Plata, dejamos gustosos la Villa de Potosí, no
tanto por su temperatura rígida cuanto por la discordia de sus habitadores. Son
muy raros los hombres que mantienen amistad perfecta una semana entera”; “En
conclusión –expresa Concolorcorvo- la ciudad de La Plata, como llevo dicho, es
la más hermosa y la mejor plantada de todo este Virreinato (1).
El Licenciado Pedro Ramírez del Águila en su conocida obra “Noticias Políticas
de Indias y Relación Descriptiva de la Ciudad de La Plata Metrópoli de las
Provincias de los Charcas” (10) nos relata que el primer nombre que le asignaron
sus pobladores españoles fue el de Villa de los Caballeros, y tuvo la
originalidad de incorporar en la misma, en forma de recuadro, una hermosa
pintura de un plano de nuestra ciudad con vista panorámica de norte a sur, con
los cerros tutelares y colinas circundantes de fondo y algunas chacras o casas
de hacienda y caminos de acceso en un primer plano. Ornan los extremos
superiores de la pintura dos diseños heráldicos correspondientes al escudo de
Chuquisaca, dislocado (Ob. Cit. P. 65). En su época (1639), principios del siglo
diecisiete, es seguro que causó gran impresión por su belleza y objetividad
gráfica, y más aún hoy por ser un documento histórico original, excepcional y
completo del aspecto de nuestra ciudad cerca a los primeros cien años de su
existencia; testimonio indubitable de su atracción y encanto. El mismo autor,
sobre este cuadro, dice: “Por el diseño y planta de ésta ciudad, que se sigue
aquí estampado, se verá su hermosura, sitio y graduación que está muy semejante
a su original”; citando luego el prefacio en latín de la obra “Theatri Orbis
Terrae” del sabio geógrafo Abraham Ortellius, queriendo resaltar y abreviar la
justeza de su juicio.
Ciro bayo, como él mismo lo refiere, se vio en la necesidad de complementar su
famosa obra “Peregrino de Indias” con otro libro igual o mayormente conocido en
nuestro medio, al que tituló “Chuquisaca o La Plata Perulera”, dedicado
íntegramente a describir sus impresiones de viajero y experiencias propias en
nuestra ciudad. (2) Decisión suya que tiene que ver con el profundo afecto que
sintió por Chuquisaca pues, pese a un desengaño amoroso mencionado por él mismo
en su obra (3), vivió, amó y fue uno de los pioneros de la educación y del
periodismo republicano en Bolivia. Habiendo recorrido desde la frontera
argentina; Potosí, Sucre, Cochabamba, Santa Cruz, Beni, el noreste pandino y la
vasta región de Mojos y Chiquitos. Describiendo con alguna prolijidad cada una
de ésas ciudades y regiones, encuentra que hablar de Chuquisaca en un solo
capítulo de su mencionado libro es insuficiente, por lo que su predilección le
impulsa a dedicarla otro libro aparte: “Chuquisaca o La Plata Perulera” (4).
En el Capítulo Primero de esta obra el autor dice sus mejores impresiones y
resume, así mismo, los aspectos más significativos de nuestra ciudad: “No sin
cierta emoción –dice- contemplé la vez primera que apareció a mi vista, esa
insigne ciudad, sede un tiempo de la Audiencia de Charcas, Atenas del Alto Perú
y solar de nobilísimos hidalgos de la conquista. Vivieron aquí virreyes, como
Mendoza, que vino de Lima para establecer la famosas Ordenanzas; oidores y
arzobispos ilustres; escritores como Calancha, Matienzo y Solórzano; varones de
santidad, como Francisco Solano y San Alberto; por aquí pasó la Monja Alférez;
aquí gobernaron últimamente Valdés, Espartero, Tacón y tantos otros mílites casi
contemporáneos.” Ciro Bayo, singular personaje español, cronista y viajero, que
había conocido y escrito sobre muchos lugares de su patria (“Lazarillo Español”:
Madrid, Librería de Francisco Beltrán, 1911) y de la nuestra (“Peregrino de
Indias”: Madrid, Librería delos sucesores de Hernando, 1911), escribe uno
especialmente destinado a la Chuquisaca de sus amores o a La Plata Perulera de
sus nostalgias; se emociona a la simple vista de nuestra ciudad y exalta sus
méritos como población grande, de grandes hombres y grandes instituciones desde
su fundación. Ciudad no solo de portentosos mineros y comerciantes, sino, de
hidalgos con antecedentes nobiliarios desde la conquista -habrá que recordar que
todos los cronistas coinciden en que, entre tantos conquistadores sin mayores
antecedentes especiales, los capitanes con mayor renombre y prosapia acompañaron
a Gonzalo Pizarro en la fundación de la Villa de La Plata-; unos, como
segundones en los mayorazgos; otros, por sus responsabilidades funcionarias o
castrenses, los más por espíritu de gloria o aventura; pero, también otros, por
ventura y gloria espiritual. Son reiteradas las noticias de cronistas e
historiadores en cuanto a la calidad de antecedentes familiares y nobiliarios
europeos, de quienes fundaron la gloriosa ciudad de La Plata.
“Después, la nueva era -continúa Bayo refiriéndose al periodo de la
independencia americana-; la ciudad santa de las libertades americanas, de la
que partieron a predicar la buena nueva estadistas como Monteagudo y Moreno; y
en la que vinieron a abatir su vuelo dos águilas caudales: Bolívar y Sucre; el
primero para dar su nombre a la nueva República como Rómulo a Roma; el segundo
para dar el suyo a la Charcas colonial.” Efectivamente, de aquí, y no de otro
lugar, partieron los primigenios mensajeros de la libertad americana: los
Zudáñez lanzaron el grito primero de convocatoria; Los Lemoine lo replicaron de
inmediato, repicando campanas a rebato, hasta rajarlas; Los Padilla y Camargo
las escucharon claramente; y todos los doctores de Charcas como Monteagudo y
Moreno, ciñeron sus espadas y se hicieron emisarios y guerreros; hasta que el
genio político de los Olañeta y los Serrano, lograra hacerles ver estampadas sus
firmas en la proclama y declaración de independencia de la patria, que ellos
mismos habían redactado. Bolívar y Sucre apadrinaron y cuidaron de que se
consolidara la nueva patria americana, parida del heroísmo de invencibles
guerrilleros y sabios doctores charquenses. Destino glorioso, los más destacados
caudillos guerreros y conductores políticos de la gran gesta americana, y los
fundadores de nuestra Patria, fueron hijos de La Plata…de esta inmortal
Chuquisaca.
LA PLATA Y POTOSÍ: COMUNIDAD DE SANGRE Y DE CULTURA
“En pocos lugares de América –dice Bayo con relación a la opulencia de riquezas
y distinción de los habitantes de La Plata- se juntaron tantos caudales como en
la época de la fundación de La Plata perulera, debido a la vecindad de Potosí,
cuyo cerro se descubrió seis años más tarde. Los mineros opulentos venían
entonces a Chuquisaca a gozar en más dulce clima, de las prodigiosas riquezas
que anualmente extraían de aquél maravilloso receptáculo. A los mineros se
añadieron porción de infanzones y damas de la más ilustre prosapia española.”
Potosí, como población minera constituida o establecida originalmente por
pobladores de La Plata y de Porco cuando ésta mina era explotada por los
fundadores de La Plata, resulta ser la fuente primordial de su grandeza
económica. Pedro Vicente Cañete (5) -historiador de los últimos días coloniales
de la Villa Imperial de Potosí-, recuerda que su fundación fue posterior al
descubrimiento de su cerro ocurrido en 1545, y que como asiento minero se pobló
primeramente por los vecinos de Chuquisaca, Porco y de otros lugares próximos,
que acudieron al cerro de Potosí atraídos por su abundancia de plata. En
realidad, aquellos vecinos o pobladores de La Plata, como dueños de los
minerales de Porco y otros asientos mineros aledaños de ésta ciudad, junto a
contingentes de sus trabajadores indígenas, fueron los primeros habitantes o
pobladores del asiento minero en el cerro de Potosí, construyendo precarios
campamentos que -ante la realidad de que las vetas de plata eran inagotables -,
se fueron transformando en viviendas de estrechas calles y barrios irregulares,
surgidos emergentemente, configurando prontamente la ciudad reconocida en 1547
como “Villa Imperial”, durante el reinado de Carlos V.
El mismo autor, al describir el lugar del asentamiento, refiere que el pueblo se
formó… “tumultuariamente a impulsos de la codicia y con poca esperanza de su
duración, por el temor muy probable de la pérdida de sus riquezas; por unos
vecinos que corrían tras de la plata, sin traer de sus domicilios más comodidad
que la confianza de encontrarla en estos minerales” (obra citada página 41). Es
lógico concluir que en esa codiciosa y rauda carrera hacia el riquísimo cerro,
los primeros en arribar y asentarse fueron los habitantes de La Plata que
trabajaban en Porco y en todos los lugares aledaños, en los que ya explotaban
minerales de plata. Encabezados por los Villarroel y los Centeno, patrones de
los indígenas Wallpa y Huanca, descubridores de su argentífera riqueza; fueron
los platenses los primeros pobladores de la futura “Villa Imperial”.
Los hijos recién nacidos de éstos españoles o primeros pobladores platenses de
Potosí se morían según Cañete por “los malignos efluvios del carbón encendido de
los braceros, de que usaban para el abrigo”… (Sic.), obligando a dichos
progenitores y sucesivas generaciones a buscar seguridad en Chuquisaca o en las
haciendas de sus valles más próximos; interesante aspecto digno de ponderación
histórica porque las primeras generaciones de potosinos, mayoritariamente,
tendrían raíces en Chuquisaca o La Plata, región o ciudad, origen de sus
primeros padres.
Es un hecho por demás reconocido que la ciudad de Potosí no fue originalmente
fundada como tal, ni como villa, sino, que, a partir de 1545 se fue poblando
inicialmente como asentamiento minero, para consolidarse después en 1.561 como
la famosa “Villa Imperial de Carlos V”, emergente de la explotación de las
fabulosas riquezas argentíferas del “Sumac Ork`o” o Cerro Rico. La Plata o
Chuquisaca fue fundada en 1538 por los conquistadores del Capitán Gonzalo
Pizarro sobre un rancherío de la confederación de los indios charcas llamado “Choquechaca”,
con el propósito de contar con una villa de españoles –conquistadores y
propietarios de minas- próxima a las riquísimas minas de plata de Porco y con
mejores condiciones climáticas que Puna, la primera población fundada por
españoles en la Provincia de Los Charcas. Siete años después, fueron
precisamente aquellos fundadores o pobladores platenses los pioneros en el
asentamiento minero del cerro de Potosí, a partir de la primera explotación de
sus filones de plata de Porco por Villarroél y Centeno, con el registro de las
vetas “La Descubridora” el 21 de abril de 1545, y “Centeno” en fecha posterior
(6).
En este proceso iniciado con el descubrimiento de la primera veta del mineral o
filón de plata del cerro; seguido del poblamiento del lugar o asentamiento
industrial minero; y culminado en la explotación inmediata de su inconmensurable
riqueza; cerro y ciudad de Potosí, eran pertenecientes a la jurisdicción de la
ciudad de La Plata: primero porque como asiento minero estuvo situado y
pertenecía a su territorio, y luego porque como Villa su población y actividades
estuvieron administradas a cargo de un Alcalde Mayor o Juez comisionado por el
Corregidor de La Plata (7).-
Los platenses sintieron tan suyo al cerro de Potosí, como lo fue el de Porco, al
extremo de que ambos resultaron incorporados en el escudo de armas de la ciudad
de La Plata, como elementos heráldicos de primer orden.
Existe pues, una identidad de origen y de destino histórico entre Chuquisaca o
La Plata y la Villa Imperial de Potosí. La búsqueda obsesiva y vehemente de
riquezas minerales, sobre todo de plata, hizo que los conquistadores fundaran
una ciudad próxima a sus campamentos mineros, especialmente al de Porco y, al
encontrar el lugar ideal en el poblado indígena yampara de Choque Chaca,
fundaron en el mismo su villa y le aplicaron o sobrepusieron, justamente, el
nombre de La Plata. El argentífero metal -“Ratio summa” (razón suprema) de sus
aspiraciones de conquista-, sería descubierto muy pronto por los platenses en
cantidades jamás vistas y casi a ras de la superficie de la tierra; desde La
Plata y sus otros asientos mineros, partirían raudos hacia el tesoro natural más
grande del mundo, para instalarse en las faldas del cerro de plata más famoso de
la historia.
Así se produjo el nacimiento de la Villa Imperial de Potosí, alcanzando en el
tiempo la grandeza y la gloria de ser considerada la más opulenta urbe del
imperio español. Como fenómeno social y económico tuvo la virtud de impactar
directamente -más que sobre cualquier otra ciudad-, en la realidad económica,
social y cultural de Chuquisaca; excepcional fenómeno retro expansivo, que
enriqueció merecida y justamente a la ciudad de la que partieron los pioneros de
la explotación del Cerro Rico y los primeros habitantes de Potosí. De entonces
para adelante, y más aún luego de negociada la difícil transferencia de poderes
que impedía la autonomía potosina, las dos ciudades sellaron la comunidad de sus
destinos. En la etapa del descubrimiento de las riquezas del Sumac Orcko, por
miles, los chuquisaqueños se desplazaron hasta sus filones; en la etapa de su
primera decadencia, también, por miles, retornaron a La Plata o Chuquisaca junto
a sus familias hechas en aquel lugar, y junto a otras familias potosinas; en la
tercera etapa, de recuperación minera de la plata mediante el uso del azogue,
todos retornaron a Potosí con renovadas esperanzas; Lo mismo pasó en las etapas
de descubrimiento, auge y decadencia del estaño y otros minerales, sin necesidad
de mayor antecedente que el de la última “relocalización” minera de 1985. Ir y
volver “corsi e recorsi” fue la historia de los miles de mineros, comerciantes y
familias chuquisaqueñas y potosinas que fueron y volvieron de Potosí a
Chuquisaca y viceversa, durante cientos de años, llevados o traídos por la
azarosa producción minera. Y así, el auge o decadencia de una de las dos
ciudades provoca, aún hoy, casi automáticamente, el correspondiente impacto,
negativo o positivo, en la otra. ¿Podrá alguno decir que exista mejor comunidad
de sangre y de cultura que entre estas dos ciudades hermanas?
EL ANTECEDENTE INDÍGENA EN LA FUNDACIÓN DE LA VILLA DE LA PLATA
¿Cuándo fue la primera fundación de nuestra ciudad? Según el prestigioso
historiador de Charcas Joseph Barnadas, director del Diccionario Histórico de
Bolivia (9) y de acuerdo las informaciones de los cronistas de la colonia,
Choque Chaka o Chuquisaca fue un asentamiento originario Yampara anterior al
Tawantinsuyu y cabeza de la Confederación de los Charcas. De modo que, como
población o lugar de un asentamiento humano, ya existía antes de la fundación de
nuestra ciudad. Tendríamos que aceptar que, realmente, con el denominativo de La
Plata, se realizó la segunda fundación de Chuquisaca. No es aventurado sostener
que así fue, porque hubo un acuerdo o pacto singular de convivencia entre los
conquistadores encabezados por Gonzalo Pizarro y los caudillos yamparas después
de la batalla o cerco de Cochabamba, que se tradujo -entre muchos otros acuerdos
políticos-, en la elección del lugar de erección de una villa destinada a la
materialización de dicha convivencia. Y es tan cierto, que los mismos cronistas
coinciden en que la singularidad u originalidad de este pacto histórico, les
llevó a fundar juntos, en acuerdo de ambas partes, una villa española en la que
también se asentaran las diferentes nacionalidades indígenas, al grado de tener
todo el derecho para que a sus kurakas yamparas se les asignara solares en la
misma plaza central de la villa, caso realmente extraordinario, como lo señala
el historiador Benjamín Torres M. Igualmente extraordinario, o
extraordinariamente testimonial de lo indicado, es el hecho de que el nuevo
nombre de la villa de La Plata coexistió por siglos, verdaderamente yuxtapuesto,
al de Chuquisaca, que usaron con igual familiaridad o preferencia, españoles e
indígenas.
Mucho se ha dicho sobre la participación de las autoridades indígenas en el
modelo (¿toledano?) de relacionamiento entre hispanos e indios en que las
autoridades de estos últimos adoptaron un rol mediador a cambio de privilegios
personales y de linaje. Respecto del correspondiente a los Aimoro, que guarda
relación directa con la historia de nuestra ciudad, contamos con una magnífica
obra, escrita por Máximo Pacheco Balanza (12) cuyos contenidos informativos
documentales, nos da la idea de la existencia de un verdadero pacto entre
conquistadores y conquistados, y que se tradujera en la fundación conjunta de
una villa española sobre un poblado indígena.
¡Viva Chuquisaca; Charcas; La Plata!
Citas Bibliográficas:
(1).- Concolorcorvo: “El Lazarillo de Ciegos Caminantes”, Bs. Aires, Austral,
1946, p. 142
(2).- El adjetivo “perulera” viene a cuento en razón de que la visión de muchos
historiadores españoles nostálgicos de las tierras que formaron parte de su
extinto imperio, les asocia más directamente al antiguo Perú de las Indias
Occidentales del Sur –que comprendía a los países que pertenecieron al
Virreinato de Lima y otros países sudamericanos como el nuestro, antes de la
creación de la Audiencia de Buenos Aires-, que a América o Sudamérica. Goyeneche
en sus proclamas o manifiestos, en función de los objetivos de su cruenta lucha
militar y política contra nuestros patriotas de la independencia, fue de los
primeros en pretender popularizar o generalizar para los Charquenses o
habitantes de las Provincias Altas del Virreinato del Rio de La Plata, el
apelativo de peruanos o Alto Peruanos. Algunos intereses de la región
altiplánica, manifiesta y oficialmente interesados en la incorporación de
Charcas a la República del Perú recientemente creada, votaron a través de dos de
sus representantes en nuestra Asamblea Constituyente de 1826, en favor de la
tesis peruanista. El General Andrés de Santa Cruz, como todos sabemos, fue el
principal regenerador de ésta idea, hasta el extremo de pretender materializarla
en la Confederación Perú-Boliviana. Nosotros, adhiriéndonos a las
consideraciones históricas e historiográficas irrefutables de los historiadores
como Guillermo Ovando Sanz y Joseph Barnadas, con relación al territorio
colonial que hoy ocupa Bolivia, “sencillamente” le llamamos Charcas.
(3).- Bayo, Ciro: Chuquisaca o La Plata Perulera. Sucre, Imprenta Universitaria,
1974, página 156. ¿Un Español Despechado? El gusto por la expresión verbal
combinada de quechua y español era una característica especial de los
chuquisaqueños cuando querían dar a sus conversaciones mayores alcances
gramaticales; como un recurso de expresión más rica, más afectiva y familiar, o
más irónica o picaresca que con solo el corriente uso del idioma castellano.
Este lenguaje criollo fue siempre sabrosísimo porque no solo condimentaba dos
léxicos diferentes de igual uso social, sino, que, producía el interesante
efecto de facilitar al parlador, un monólogo parecido a un diálogo, y de
jocosísimo efecto contra un tercero o terceros. Aun los extranjeros, como Ciro
Bayo, utilizaron este recurso, inclusive como burla de su propio despecho
amoroso, y así nos relata que ante las veleidades de una chuquisaqueña que de
verdad le conquistó el corazón, él se vio obligado a proponerle un ultimátum que
“su criolla” remitió a la azarosa decisión de los pétalos de una flor de suncho:
“…-Ya lo ves, ché; nada- me dijo al final de la consulta. Yo le contesté, en son
de despedida, con una copla del país, entreverada de quichua y español:
Amañapis munahuaichu (aunque ya no me quieres)
ya después que me has querido,
¿piñatack ckechuiahusun (quien ya nos ha de quitar)
el gusto que hemos tenido? (3)
(4).- Bayo, Ciro: “Chuquisaca o La Plata Perulera”, Sucre, Imprenta
Universitaria, 1974.
(5).- Cañete y Domínguez, Pedro Vicente: “Guía histórica, geográfica, física,
política, civil y legal del Gobierno e Intendencia de la Provincia de Potosí”.
Potosí, Sociedad Geográfica y de Historia, en la Casa Real de Moneda, 1952,
página 35. (Cita bibliográfica al cronista Mendoza: Lib. 1º, Cap. 4º, fol. 31).
(6).- Cañete y Domínguez, Pedro Vicente: “Guía histórica, geográfica, física,
política, civil y legal del Gobierno e Intendencia de la Provincia de
Potosí-1787”. Potosí, Sociedad Geográfica y de Historia, en la Casa Real de
Moneda, 1952, página 51).
(7).- Cañete y Domínguez, Pedro Vicente: “Guía histórica, geográfica, física,
política, civil y legal del Gobierno e Intendencia de la Provincia de Potosí”.
Potosí, Sociedad Geográfica y de Historia, en la Casa Real de Moneda, 1952,
página 328).
(8).- Céspedes, Ronald: “Ser Gay en la ciudad”. Sucre, Ecos Nº 260 (Revista
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(9).- Barnadas, Joseph: Diccionario de Historia de Bolivia. Sucre, Grupo de
Estudios Históricos, 2002, páginas 510 (TI) y 32 (T II).
(10).- Ramírez del Águila, Pedro: “Noticias Políticas de Indias y Relación
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(11).- García Quintanilla, Julio: “Historia de la Iglesia en La Plata”. Sucre,
Don Bosco, 1964, página 28.
(12).- Pacheco Balanza, Máximo: “Entre la legalidad y la legitimidad; El
posicionamiento político del cacique yampara Francisco Aimoro II en Charcas
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